Ya no confío en tí, pero tampoco confío en mí

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Todos los días tomamos decisiones, es simplemente imposible escapar a esta realidad, desde optar por quedarnos unos minutos más en la cama, pensar en las opciones para el desayuno o incluso las decisiones que podrían cambiar nuestra vida desde aceptar ese trabajo o proyecto, como también si saldremos con esa persona que nos gusta tanto, son todas decisiones que en muchos casos tomamos sin pensar, es decir sin la reflexión necesaria para aceptar si el curso que tomamos nos brindará los beneficios que esperamos.

Algunos no deciden, o eso creen, permiten que otros tomen las decisiones por ellos, cuando el miedo nos carga con inseguridad, atraemos a personas que como salvadores estarán dispuestos a brindarnos opciones prácticas para resolver nuestros asuntos, si estos consejeros son sabios nos recordarán que quién corre con las consecuencias de las decisiones a tomar siempre seremos nosotros, cuando esto no es así, entraremos en un círculo vicioso muy peligroso.

Esto pasó por escuchar tus palabras.

Mientras somos niños necesitamos que se nos corrija, que se nos den instrucciones precisas y que se nos ayude a lograr desde las tareas más simples a las más complejas, al pasar de los años esto va menguando hasta que somos capaces de tomar nuestra vida por cuenta propia, o al menos eso creemos. De repente nos encontramos sin la capacidad de tomar ese trabajo, entablar una relación afectiva o siquiera elegir por una cena que nos ayude a mejorar nuestra salud física. Hemos vuelto a ser niños en la práctica, los consejeros en su rol paternal de protección buscarán darnos su guía, instrucciones prácticas o hasta construirán mandatorios a la medida de nuestra personalidad para que podamos vivir, poco a poco esta carga se va haciendo más y más grande y la manera en la que esta persona o grupo de personas se meten en nuestra vida se hace tan profundo que cuando pasa lo inevitable y ocurre un error, descargamos nuestra frustración sobre este consejero, a la vez que este colaborador expresa lo agotador de cargar con nuestra vida en hombros. Nadie merece vivir semejante dilema, cuando nos pidan ayuda, seamos claros y honestos en hacer ver que quién está llamado a resolver los problemas es la persona que los posee, y cuando seamos nosotros los que busquemos ayuda, recordemos que los responsables de las consecuencias y quién vivirá con las mismas seremos nosotros.

No siempre nuestros consejeros serán personas de carne y hueso, y no puedo ignorar que bajo cierta circunstancia y enfoque esto mismo resulta ser un consejo por sí mismo, por ello también debemos incluir en nuestro abanico de consejeros a los canales de información a los que nos exponemos, un programa de radio, un diario, algún programa de televisión, Vlog o Blog, y en esto entramos en un escenario aterrador, antes era muy difícil elegir entre todas las opciones que existían en una biblioteca, hoy esto se ha multiplicado por decenas o cientos de veces, la información nos llega desde todos los puntos imaginables, de las maneras más atractivas posibles, pero no toda es realmente veraz.

Ver a los ojos a la persona que nos aconseja para discernir que es sincera ya no es una opción, ahora nos toca ser más agudos e inteligentes para detectar cuando algo realmente está pensado para nuestro beneficio o incluso para el beneficio de nuestro ambiente social. Como la imagen de la portada de este artículo, no podemos confiar en un mensaje porque se encuentre en un formato que nos haga creer que es real.

Hay también el caso de quienes nunca piden ayuda, o consejo sobre nada de sus vidas, si recuerdan el detonante de la actitud de los que buscan la guía constante de los demás sabrán que es el miedo, resulta que este es también el caso de los que no escuchan ni piden consejos o guías, en su historia de vida algo les causó tal dolor que temen volver a vivir una experiencia similar, por lo que prefieren vivir de forma tortuosa con sus cargas. Ya no confían en nadie incluso no confían en ellos mismos, por lo que empiezan a estructurar un sin número de reglas inflexibles con las que rigen su vida y muchas veces las vidas de quienes les rodean, la gran mayoría de estas reglas son irracionales, tratando de salvar a la persona de algo que probablemente nunca le va a pasar, o incluso una estructuración de mandamientos que más que proteger la vida, evitan que la persona viva.

Luego de evaluar estas ideas, nos queda meditar sobre lo que realmente estamos haciendo, el análisis honesto de nuestro actuar nos ayudará a tener una vida con balance, donde podamos ahora sí, confiar en tí y confiar en mí.


D. Valladares

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